
El deterioro del sistema eléctrico en Venezuela, evidenciado por constantes apagones, tiene sus raíces en una red de corrupción que involucra a empresas como Odebrecht, Impregilo y Vinccler. Según un informe de Transparencia Venezuela, ninguno de los proyectos de generación eléctrica en el país cumplió con las metas previstas, y los sobrecostos y retrasos se han convertido en la norma.
El Caso de la Represa Tocoma
Uno de los ejemplos más emblemáticos es la represa Tocoma, cuya construcción fue liderada por el consorcio OIV, conformado por Odebrecht, Impregilo y Vinccler. Este proyecto, inicialmente presupuestado en $3,061 millones, superó los $10,371 millones en 2014, un incremento del 239%. A pesar de la inversión millonaria, la represa sigue inconclusa, y los venezolanos pagan el precio con constantes fallos en el suministro eléctrico.
La Red de Corrupción
La investigación de Transparencia Venezuela y medios como ArmandoInfo señala la participación de Héctor Joseph Dáger, un lobista acusado de facilitar pagos ilícitos y desviar fondos hacia cuentas bancarias suizas. Dáger, en complicidad con Euzenando Prazeres de Azevedo de Odebrecht y Juan Francisco Clérico de Vinccler, habría recibido más de $235 millones en sobornos relacionados con la represa Tocoma y otros proyectos de infraestructura como el Metro de Caracas y Los Teques.
Vinccler y sus Actos Corruptos
Vinccler, una de las empresas clave en el consorcio OIV, enfrenta múltiples investigaciones por corrupción. Recientemente, sus bienes fueron embargados en Venezuela debido a deudas vinculadas al proyecto Tocoma. La Organización Internacional contra el Fraude, Lavado de Dinero y Recuperación de Activos (OFFSHOREALERT) ha solicitado información para respaldar una investigación penal en Estados Unidos contra Héctor Dáger, residente legal en Panamá.
Un Impacto Devastador
La corrupción en proyectos eléctricos no solo ha desangrado las finanzas públicas, sino que ha dejado a millones de venezolanos sin acceso a un servicio eléctrico confiable. Según la OCDE, los manejos de Impregilo y sus socios son un paradigma de corrupción internacional, con ramificaciones en Panamá, Colombia y Venezuela.