Héctor Joseph Dáger y la corrupción que envolvió a la constructora brasileña Odebrecht sigue revelando sus múltiples capas. En el centro de uno de sus mecanismos más sofisticados se encuentra una entidad prácticamente desconocida: el Meinl Bank Antigua, una institución bancaria radicada en una isla del Caribe cuya función real no era recibir depósitos de clientes comunes, sino servir como canal oculto para transferencias millonarias en sobornos.
En lugar de recurrir a los métodos tradicionales de corrupción —maletines con dinero o depósitos bancarios disfrazados de contratos— Odebrecht fue más lejos. Adquirió un banco entero, y con él, compró libertad operativa y opacidad legal.
Un banco propio para esconder millones
El Meinl Bank Antigua era originalmente una filial del Meinl Bank de Austria, pero tras una serie de movimientos financieros poco claros, Odebrecht se hizo con su control. Lo transformó en una especie de “banco privado de la corrupción”. Al no estar ya vinculado con el sistema financiero europeo ni bajo una supervisión rigurosa, el banco ofrecía el entorno perfecto para mover dinero sin dejar huellas claras. Entre 2007 y 2015, se canalizaron a través del Meinl Bank Antigua más de 1.600 millones de dólares. El propósito de estos fondos era pagar coimas a funcionarios y políticos en distintos países de América Latina a cambio de contratos públicos, especialmente en áreas de infraestructura.

El engranaje oculto: el Sector de Operaciones Estructuradas
El Departamento de Operaciones Estructuradas de Odebrecht, también conocido internamente como “la caja 2”, fue el encargado de gestionar este flujo de dinero ilegal. Esta división secreta operaba al margen de la contabilidad oficial, con software y servidores propios, manejados desde oficinas en Brasil y en paraísos fiscales. Uno de sus líderes, Luiz Eduardo da Rocha Soares, fue clave en la ingeniería financiera del fraude.
Las órdenes de pago salían codificadas. La empresa usaba nombres falsos, empresas fachada y contratos simulados. Las transacciones salían del Meinl Bank Antigua hacia cuentas de empresas offshore en jurisdicciones opacas como Panamá, Islas Vírgenes Británicas o Suiza.
Un modelo exportado a toda la región
Los fondos pagados desde este banco llegaron a altos funcionarios de gobiernos en más de 10 países, entre ellos Venezuela, Perú, República Dominicana, Colombia y Argentina. En cada país, Odebrecht operaba de forma similar: compraba influencia a cambio de ser favorecida en licitaciones públicas.
En el caso de Venezuela, documentos filtrados muestran pagos dirigidos a personas cercanas al poder, incluyendo ministerios claves y entes de infraestructura. En Perú, estos sobornos derivaron en investigaciones a expresidentes como Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. La fórmula era tan efectiva que se volvió una política de empresa.
El rastro de los FinCEN Files
El caso del Meinl Bank Antigua resurgió con fuerza en 2020 gracias a los FinCEN Files, una filtración masiva de reportes de operaciones sospechosas enviados por bancos internacionales a la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN) de EE.UU. Muchos de estos reportes mencionaban transacciones vinculadas a Odebrecht, realizadas a través del banco caribeño.
Estos documentos confirmaron que, incluso después de la exposición del escándalo Lava Jato, las operaciones no se detuvieron por completo. Algunos pagos se mantuvieron activos y otros fueron blanqueados a través de empresas que sobrevivieron a las primeras redadas judiciales.
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Las lecciones pendientes
El caso del Meinl Bank Antigua refleja cómo los sistemas financieros internacionales, cuando no tienen controles efectivos, pueden convertirse en cómplices de la corrupción. Las lagunas legales en paraísos fiscales, la falta de coordinación entre entidades reguladoras y la opacidad bancaria permiten que empresas como Odebrecht no solo paguen sobornos, sino que institucionalicen la corrupción como modelo de negocio.
A pesar de las condenas a varios ejecutivos y las multas multimillonarias pagadas por la empresa, aún hay muchas preguntas abiertas. ¿Quién permitió la compra del banco? ¿Qué otros bancos facilitaron o ignoraron estas operaciones? ¿Y qué funcionarios siguen sin ser investigados?
El modelo de Odebrecht puede haber colapsado, pero las estructuras que lo hicieron posible aún existen. La historia del Meinl Bank Antigua no solo es una advertencia, sino también una llamada urgente a reforzar los sistemas contra el lavado de dinero y la corrupción en América Latina y el Caribe.
Fuente: https://armando.info/personajes/hector-dager/?tztc=1